domingo, 27 de febrero de 2011

SAN SALVADOR DE PADREIRO



quen chame a, laS espigaS de, esta aldea, un orante del trigo, como quien, tocare la puerta, al altar de loS mugidoS, se hincare, diante doS caldeiroS da leite, o, el olor dulce del cuero de, laS bestiaS, 

quien a, lo verde en, suS, sombraS boscosaS, llame, y, cante a, loS rizadoS de la lluvia que, no cesa, ésa misma que desata la luz en, la hojarasca, y, hace humedad, y, levanta laS, briznaS, y, turje, y, lava, oS toxoS, mansamente, tan,

quien, que no mire al, palo viejo, do seu cruceiro, quien, que, no parta el, pan redondo y su humo, la mano campesina sirviendo al alba, quien, que no muerda una, tajada blanca gruesa de, suS piadosoS quesoS ,

jueves, 24 de febrero de 2011

Del libro "La casa de los pájaros"

Octubre/noviembre de 1975


La mañana es de barro si el alacrán posa sus finas patitas en nuestro campanario untado con el dolor de amarantos y se instala tu campo amarillo en la región más clara.
A las agujas pobres de tus pies atestiguo saber de mis infames cantos en espigas como se comba el viento ante los cóndores o la asolada ansiedad si no cantabas al sonido de tu arteria grupa salvaje así, como del ave en celo.
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A veces estoy y cuando vengo de contornear caléndulas y clivias vierto en el viejo tazón de los ahogados calor niñez hojas dura domingos fusilados frondoso ritual voluble misterioso y encantado y la prehistoria. Ojo duro de un cíclope en cada eco con los siete ladridos y bajo la fina y quebrada lluvia de todos los jilgueritos muertos.
Ah la triste pura y vacua soledad de las paredes, los relojes, las arañas, los tortugos, los paraguas.
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Sé de la bondad de amar el vuelo marrón de la raíz y tu garganta y amor, hasta que bronca yo huelgue cenizas porque soñaron los troncos de la casa asesinatos y subió tu semilla y mi sed de tu semilla.
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Teme un penacho de sangre en el núcleo imperfecto del ala como antes de que se fuera el fuego de ángeles ociosos, machos enlutados por la obscena muerte de sus vientres, hacia el alba. Y las raíces negras, como cuando enterraste así de despacito cada pájaro y su sombra con la noche, por tu sangre y mi llama. O con el sordo dormir de tu pellejo.